Los libros tienen el poder de transportarnos a nuevos mundos, presentarnos ideas desconocidas, cambiar nuestra impresión sobre la vida y hacernos ver la realidad desde la mirada de otros. Son capaces de transformar nuestra percepción de un lugar, haciéndonoslo ver de una manera completamente diferente a la que ya teníamos, a veces más mágica, otras veces más cautivadora, incluso en ocasiones más despreciable, quien sabe, y hacer de una experiencia algo inolvidable.

Sin irnos más lejos, hace dos semanas hablaba con un buen amigo, que trabaja como guía, sobre lo interesante en que se convirtió su último viaje en el Camino De Santiago donde exploraron los pasos y las experiencias que Hemingway trazó y vivió por España. Y cómo pequeñas casualidades del tipo »nos sentaron en la misma mesa donde él se sentaba a comer» te despiertan mariposas en el estómago. La ilusión que genera el vivir momentos así, te deja una huella imborrable y un sinfín de anécdotas que después compartes con tus conocidos, haciendo incluso que éstos sientan la misma curiosidad e incluso las ganas de experimentarlo.

A mí me ocurrió algo parecido cuando leí a Elizabeth Gilbert en »Come, Reza, Ama» hablando sobre su experiencia en Italia con su famoso »sono da sola» (estoy sola) comiendo pizza, aprendiendo el idioma y viviendo a pleno corazón el sabor del país en todos sus ámbitos. Me hizo soñar e imaginarme a una mujer fuerte, segura de sí misma como viajera, me motivó a ser valiente e influyó sobre mi manera de ver la soledad (desde el amor por uno mismo) como algo bonito y muy necesario en ocasiones. Eso me llevó a querer vivir de otra manera conmigo misma y a cambiar pequeñas rutinas de mi día a día que me avergonzaban hacer sola, como el comer en un restaurante, ir al cine, dar un paseo por el campo, el disfrutar de un tinto de verano con la compañía de un libro al sol, etc.

La magia de la narrativa

Cuando un autor describe un lugar con detalle, nos invita a recorrerlo con la imaginación. Un libro puede convertir una ciudad »ordinaria» (si es que existe) en un escenario lleno de misterio, una balsa en un río en un símbolo de superación o una pequeña aldea, en el centro de una historia inolvidable como «Cien años de soledad» de Gabriel García Márquez que hizo de Macondo un referente literario, siendo un pueblo ficticio capaz de representar la esencia de muchos de los rincones de Latinoamérica.

Redescubriendo lo cotidiano

Como ya hemos dicho, un libro nos ayuda a ver con nuevos ojos los lugares que ya creíamos conocer. Una novela ambientada en nuestra propia ciudad o en alguna que hayamos visitado, puede hacernos descubrir historias ocultas en sus calles o puede cambiar la forma en que percibimos un destino. Leer «Trópico de Cáncer» de Henry Miller (que aún tengo por terminar), por ejemplo, nos lleva a recorrer París con una mirada bastante distinta a la que uno percibe cuando visita la ciudad »del amor», en este caso, la capital se convierte en un escenario muy grotesco y burlón, lleno de lugares oscuros, suciedad y gente extravagante.

Creando conexiones emocionales

También podemos generar un vínculo emocional con un lugar sacado de una novela. Quizás nunca hemos visitado un país lejano, pero si hemos leído una historia poderosa, real o ficticia, con la que sintamos una conexión especial. Esto sucede con obras como «Ébano» de Ryszard Kapucinski, que nos ha permitido conocer y acercarnos más cercana la cultura y a la historia que se ha ido modelando de todo un continente como es África.

El impacto en el turismo

Algunos libros incluso han transformado el turismo de ciertos lugares. La popularidad de «Harry Potter» de J.K.Rowling aumentó y convirtió en destinos icónicos algunos rincones de Escocia, Reino Unido e incluso Irlanda. Claro que aquí, las películas fueron las que le dieron un plus. Yo tuve el placer de conocer los »cliffs» de Moher, los acantilados de la zona oeste de Irlanda, que utilizaron como escenario en la búsqueda de horrocruxes y literalmente »flipé» y me trasladó a ese momento, me causó tal impresión que hasta mis piernas temblaban de emoción y miedo. También os digo que lo visité desde un punto muy especial.

Por tanto, un libro no solo es una fuente de entretenimiento o conocimiento así, sin más, sino también una ventana a nuevas perspectivas, emociones, sensaciones y una muy bonita compañía. Nos permite ver lugares con otros ojos, descubrir historias ocultas y crear lazos con culturas y geografías desconocidas. Así que, próxima vez que leas un libro, pregúntate: ¿te ha cambiado la forma de ver un lugar o…tu vida? Seguramente la respuesta sea sí.


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